En el Carnaval de Brasil no todo el mundo va disfrazado al modo que entendemos en España. Algunas personas llevan máscaras, las caras pintadas, ropas originales y a veces, sí, van vestidos de lo típico: indios, enfermeras, hippies, cleopatras, ¿toreros? Puede ser…
El caso es que hay muchísima más variedad. Quien acompaña los ‘blocos’, una especie de comparsa dirigida por una especie de ‘trío elétrico’ (camión con una banda de música tocando encima), normalmente lleva una camiseta con diseños personalizados y coloridos que se llama ‘abadá’. Suelen estar patrocinadas por empresas y marcas cuyos logos se encuentran en la parte de atrás.
En Río de Janeiro estas camisetas se usan en los ‘blocos’ y en las ‘micaretas’ (carnaval fuera de época). En otras ciudades de Brasil, como Salvador de Bahía, los ‘abadás’ sirven para identificar a la gente que ha pagado una entrada para ir detrás de los ‘tríos elétricos’ sobre los que actúan algunos de los mejores cantantes del país, como Ivete Sangalo, Daniela Mercury, Claudia Leitte, Saulo, Timbalada, Tomate… muchos de ellos reconocidos principalmente por sus músicas carnavaleras.
Los precios que se llegan a pagar para bailar detrás de uno de estos camiones gigantes convertidos en escenarios móviles pueden ser astronómicos para un día de fiesta y pueden superar perfectamente los 300 euros.
En Bahía el debate está abierto porque hay quien cree que es una forma de comercializar la calle, que es de todos. Solo quien se puede permitir pagar estas cantidades tiene derecho de recorrer la avenida detrás de los grupos de música, vestidos con su ‘abadá’. Hay incluso filas de personas sujetando grandes cuerdas a los lados que separan a quienes han pagado y a quienes no. Estos últimos tienen que mantenerse al margen y bailar, cantar, saltar y besar (esto lo contaré en otro artículo) separados.
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