Brasil, bajo sospecha y en riesgo de autodestrucción política y económica

Esta semana y por primera vez desde que puse mis ojos en tierras brasileñas allá por el año 2007, justo cuando empezó la crisis económica en España, he visto y leído más noticias negativas sobre Brasil que de mi propio país.




Y ojo que es difícil de superar el torrente de líneas críticas con las políticas que han llevado a la calle y a la ruina a miles de españoles… El caso es que de repente sentí que mi refugio, el lugar en el que había depositado todas mis esperanzas de cara a un hipotético futuro de necesidad, empezaba a resquebrajarse.

Trabajadores de una empresa contratada por Petrobras protestan frente a la sede de la compañía. Foto: Agencia Brasil

Hace más de un mes vengo recibiendo mensajes de amigos que me envían convocatorias para pedir el ‘impeachment’ de Dilma Rousseff que fue recientemente reelegida como presidenta, después de imponerse a Aécio Neves por tres millones y medio de votos. Y noto que, sorprendentemente, no solo los que en principio son más acomodados y tal vez conservadores, me envían este tipo de cosas.

También quienes alguna vez pensé que eran acérrimos defensores del PT, el partido que Lula da Silva situó en el panorama internacional, critican el aumento de los impuestos, los graves y constantes casos de corrupción en los que están implicados varios cargos públicos, principalmente el relacionado con Petrobrás y quieren sacar, en el más estricto sentido de la palabra, a la presidenta.

Porque ‘impeachment’ no significa más que eso: sustituir a la líder a petición popular, juzgar su responsabilidad política por desvío de dinero público y colocar en su lugar a otro miembro del gobierno. El problema para los favorables a que esto suceda es que por el momento no existe una evidencia de que la presidenta haya participado de forma activa en una irregularidad que justificara el inicio del proceso. En España, el instrumento legal más parecido sería la moción de censura que, con todo, es muy diferente y jamás ha prosperado.

Por si fuera poco, la prensa internacional parece haberse puesto de acuerdo para afilar sus cuchillos contra Brasil. The Economist le ha dedicado su última portada: «Brasil, en un cenagal». El semanario británico habla abiertamente del «peor desastre desde principios de los años 90» y resalta el escenario idealizado que dibujó Rousseff hace dos meses cuando utilizó como eje de su campaña electoral el pleno empleo, la séptima posición en la economía mundial y el aumento de los salarios de los trabajadores, amenazados supuestamente por las políticas neoliberales de su rival, Aécio Neves.

«La economía de Brasil está hecha un lío y tiene problemas mucho más grandes de los que el gobierno va a admitir y los inversores parecen registrar», señala una publicación que pone de manifiesto la desvalorización del real con respecto al dólar en un 30% desde el año 2013. Esto, unido a la caída de la inversión y al pago de las deudas de los consumidores, que en Brasil llegan a fin de mes gracias al crédito, fomentado por otro lado por las políticas del PT, puede desembocar en una próxima recesión. Incluso el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, que muchos apuntan como el posible sustituto de la presidenta, ha admitido que esta posibilidad podría hacerse realidad más pronto que tarde…

Otro de los graves problemas del país es la inflación, que tal como indica The Economist ha subido en gran medida por la eliminación de subsidios a la electricidad y el aumento de los impuestos sobre el carburante. Situada en el 7,4% , ahoga a los hogares brasileños, que ven como los errores políticos los tienen que pagar de su bolsillo. El ciudadano no puede más y corre el riesgo de estallar. La fecha, el 15 de marzo. Ese día está convocada una manifestación contra la presidenta en todo el país. ¿Se repetirán las imágenes previas al Mundial de 2014?

«10 buenas razones para pensar que el gobierno de dos meses de Brasil acabará»

Dilma Rousseff atraviesa su momento más complicado. Foto: Elza Fiúza/Agência Brasil

Por si fuera poco, el prestigioso Financial Times ha publicado un artículo en el que enumera las 10 razones por las que se puede pensar que el gobierno de Dilma Rousseff, de apenas dos meses, acabará pronto. Son los siguientes:

1. Política. La posibilidad de que se produzca un ‘impeachment’ es muy seria. El periódico asegura que algunos miembros del Congreso consideran a la presidenta una «oportunista».

2. Petrobrás. Dilma Rousseff, cuya popularidad, por cierto, ha bajado de un 42 a un 23% en apenas dos meses, fue Consejera de Administración de la compañía estatal protagonista del mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil.

3. Confianza del consumidor. «Los consumidores están extremadamente saturados», dice el Financial Times.

4. Inflación. La meta del gobierno es terminar el año en un 4,5% de inflación, una cifra que no tiene nada que ver con el 3.000% de hace 20 años pero que seguramente será mayor.

5. Desempleo. Solo en el mes de enero, Brasil ha perdido 23.000 puestos de trabajo y ha protagonizado la mayor huelga de camioneros de su historia reciente. Se estima que el año acabe con una tasa del 7,1% que crecerá, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al 7,3% en 2016 pese a la celebración de los Juegos Olímpicos de Rio. ¿Quién se lo iba a imaginar?

6. Confianza de los inversores. Las empresas dudan de que el gobierno pueda cumplir sus metas presupuestarias.

7. Presupuesto. El periódico económico menciona el primer déficit presupuestario de Brasil en más de una década.

8. Economía. «Levy ha aparecido como una figura solitaria», resalta el Financial Times que afirma que la tarea de enderezar la economía es demasiado dura para el Ministro de Hacienda.

9. Agua. «La sensación de aproximación de un apocalipsis en Brasil se ve agravada por la escasez de agua» en ciudades como São Paulo y Río de Janeiro.

10. Electricidad. El Financial Times recuerda que la última derrota del PSBD en favor del PT en el año 2002 se produjo como consecuencia del racionamiento de energía. La historia podría repetirse, pero esta vez en forma de ‘impeachment’.




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