Coger un taxi en Rio de Janeiro y no tirarte de los pelos es casi imposible. Muchísimos taxistas de la ‘cidade maravilhosa’ son demasiado ‘espertos’. Es decir, se las apañan como pueden para sacarte el dinero. Y pensarás: «¡Como en todas las ciudades!» Puede ser, pero los cariocas parecen salidos de un mundo aparte cuando se trata de ‘levar vantagem’. O sea, aprovecharse de ti.
Y no solo eso. Algunos son tan descarados que no les importará dejarte tirado en un lugar peligroso si no les interesa el recorrido. No todos son así, por supuesto. Mientras escribo esto me acuerdo de Emerson, el ‘motorista de taxi’ (así se dice en portugués) más eficiente y agradable que jamás he conocido. Me dio su contacto y le escribía por WhatsApp antes de ir a algún lugar.
Lo avisaba a él porque además de atenderme bien y contarme las batallas del día (y cuando digo batallas digo, compañeros asesinados. No es de broma), me cobraba con tarjeta. La inmensa mayoría de los taxis en Rio de Janeiro cobran en metálico.
Entre las millones de cosas surrealistas que pueden pasarte dentro de un taxi en Río de Janeiro yo me quedaría con cinco que he sufrido en persona. Aprovecho para pedir que pongáis vuestras experiencias en los comentarios porque seguro que tenéis situaciones más curiosas que contar.
1. Que no te quieran llevar porque la carrera es corta
En mi último viaje me pasó esto tres veces seguidas en frente de la Rocinha, una de las favelas más grandes, impresionantes y peligrosas de Río de Janeiro. Me vi plantada allí con mis maletas, el ordenador, la cámara… todo lo que iba a necesitar para trabajar. Cogí un taxi con toda la ilusión de llegar a Casa Verde, el primer lugar donde me alojaría. Fue decir el nombre de la calle y el tipo pedirme que me bajara porque iba en dirección Copacabana, supuestamente…
Empezó a llover a cántaros. Conseguí parar a un segundo taxi. La misma historia. Entré, coloqué mis cosas en el maletero, le dije al hombre donde iba e inmediatamente: «Ah no, yo no voy ahí. Tienes que bajar». A la tercera ya mandé a tomar por… al taxista descarado. ¡Qué desesperación! Al final una señora muy amable me ayudó a convencer a Emerson, que fue mi salvación durante varios días en Río de Janeiro.

2. Rezar para no tener un accidente mientras el taxista habla por WhatsApp o ve el fútbol
«Ay Dios mío, que no soy yo muy religiosa, pero ¡protégeme de este loco!». Muchos taxis (por no decir la mayoría) en Río de Janeiro, tienen una televisión pequeñita. Cuando hay partido, los taxistas se pasan el camino mirando hacia abajo y comentando las jugadas. «¡Que nos vamos a matar!», puedes decir tú, pero ni caso… Otra de las cosas que suelen hacer es escribir mensajes en WhatsApp con una mano y agarrar el volante con la otra. ¿Estamos en lo que estamos? Más bien no…
3. Que no coloquen el contador
Si cuela, cuela. A veces se hacen los tontos, no ponen el contador en marcha y luego pretenden cobrarte lo que les da la gana. En algunos casos ya te dicen antes de subir lo que te cobrarían por llegar a un sitio concreto. Esto es muy frecuente en los aeropuertos. Y claro… si eres turista y extranjero pretenderán cobrarte más. No lo dudes.

4. Que te den una vuelta por la ciudad y te digan que te faltan referencias
Otro clásico. Taxistas que dan vueltas y vueltas pensando que la persona (especialmente si es turista) es tonta. Y otra cosa que es mejor saber cuanto antes: si te quejas te dirán que te faltan referencias. No es suficiente saber la calle y el número del lugar. Ni el GPS ayuda en estos casos. Tienes que decirles qué hay alrededor. ¿Algún edificio conocido? ¿La sede de una gran empresa? ¿Un restaurante famoso? ¡Cómo si tuvieras que conocer el sitio!
5. Que te traten como si fueses una prostituta
A ver señor taxista, que salga sola a cenar en Río de Janeiro no quiere decir que sea prostituta. Esto pensé después de que uno, bastante mayor por cierto, me dijera que si no encontraba algún chico guapo con el que divertirme esa noche podía llamarlo a él. ¡Alucinando! «No salgo a buscar hombres, la verdad. Y taxi para volver necesitaré, claro. Pero no se preocupe que hay muchos en la puerta. Obrigada», le dije. Al final te tienes que reír… :)
Estas cosas, que parecen tonterías, son en realidad imprudencias e irregularidades. Por ejemplo, negarse a llevar a alguien porque no les interesa la carrera no está permitido. El problema es que reclamar en Brasil por una cosa así no es tan fácil como en España. Lo máximo que puedes hacer en el caso de Río de Janeiro es llamar al 5746 y registrar tu ‘incidente’.
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