Las impresiones de una española después de visitar Brasil por primera vez

Durante los meses que viví en Rio de Janeiro en 2016, solo una amiga española, Carmen, vino a visitarme. Para verme a mi y, sobre todo, para conocer Brasil, claro. Los primeros días no se atrevía a hacer nada sola, caminaba con miedo y miraba para todos lados. En cuanto decidió visitar algunos lugares sin mi, que muchas veces tenía que quedarme en casa trabajando, descubrió que la imagen que ella tenía de la ciudad y del país estaba completamente equivocada.

Lo primero que le sorprendió fue precisamente eso, que podía salir a la calle sola, coger un autobús, el metro, caminar, pedir informaciones y hacer turismo como en cualquier otro lugar del mundo. Al principio se sentía insegura pero esa sensación fue desapareciendo a medida que descubría Rio de Janeiro ella sola.

Eso es quizá lo más importante porque el resto son pequeñas curiosidades como el hecho de que esté mal visto en Brasil que alguien coja un pañuelo de papel (de hecho allí son poco comunes y carísimos) y se limpie la nariz si está resfriado. ¿Y qué hacen entonces los brasileños? te preguntarás. Pues como decía Carmen: ¡absorber! :D



Y hablando de absorber: otra de las cosas que más llama la atención a los extranjeros que van a Brasil por primera vez es que la mayoría de las servilletas de los bares, cafeterías e incluso restaurantes no absorben bien. Son más tipo plástico. Están hechas, dicen, pensando en sujetar los ‘salgadinhos’ (coxinhas, kibes…)

Carmen y yo en los Arcos de Lapa. Foto: Virtudes Sánchez

De vez en cuando encuentras alguna de las que nosotros usamos, pero lo habitual es que haya de las otras que en realidad no limpian. Si te intentas limpiar los mocos con una de estas en una situación de urgencia es como si no hubieras hecho nada :D

La cantidad de gallegos en Rio de Janeiro también llamó la atención de mi amiga Carmen. «¡Están por todas partes!» decía. Íbamos a un restaurante, y el dueño era gallego, íbamos a un hotel y nos decían que los dueños eran gallegos, caminábamos por ahí y aparecía alguien que tenía familia en Galicia. ¡Impresionante! Yo ya lo sabía porque conocí a muchos españoles antes de que llegara pero a ella le sorprendió.




La humedad es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar quienes llegamos de zonas secas de España. Carmen decía que se le ponía el «pelo tropical» y preguntaba todo el rato cómo era posible que las brasileñas no lo tuvieran alborotado. Luego descubrimos el truco: spray anti frizz para el encrespamiento. Claro, nosotras no estábamos habituadas a usar algo así…

Noche de samba en la Pedra do Sal, en Rio de Janeiro. Foto: Virtudes Sánchez

El interés por saber el horóscopo de la gente y su ascendente también impresionó a Carmen. ¡Todos sabían el suyo! «Saben, en función de eso, cómo eres y cómo te comportas. Me quedé impactada. ¿Cómo he podido vivir hasta ahora sin saberlo?», se preguntaba.

¡La calma! Muy importante. Otra cosa que nos llama la atención es que las cosas van despacio, nada de prisas. Cuando Carmen llegó a mi casa en Rio de Janeiro y empezó a decirme: «¡Vamos, vamos, venga, venga!» yo le respondí: «Por favor, no me digas más eso. Aquí tienes que aprender el significado más profundo de la palabra RELAXA». ¡Y vaya si lo aprendió! Fue a comprar unos sellos para enviar una postal y tardó una hora :D

El amor por la samba y el papel de este género musical en el día a día de la gente en Rio de Janeiro fue otra de las cosas que más impresionó a mi amiga durante su primer viaje a Brasil. No fuimos a todas las ‘rodas’ más famosas pero sí pude llevarla a la Pedra do Sal que es una de las más tradicionales.

¡El culo de los maniquís! jajajaja… cada vez que pasábamos por una tienda, Carmen se quedaba mirando las curvas impresionantes en los escaparates. En España suelen ser delgados pero en Brasil tienen mucho trasero, abdominales, caderas, pecho… ¡tienen de todo!



Otra imagen equivocada que Carmen tenía de Brasil era la de las favelas. Ella creía que se parecían a los poblados chabolistas de España, pero vio en primera persona que no tienen nada que ver. Las casas en las ‘comunidades’, como son llamadas las favelas, son casas normales, donde viven familias humildes y trabajadoras y no necesariamente todos son pobres y mucho menos excluidos.

Los maniquís de las tiendas de Rio de Janeiro. Foto: Virtudes Sánchez

«Las calles están asfaltadas, las casas están bien, hay bares, restaurantes, hay centros culturales, escuelas, pasan líneas de autobús, hay hoteles… hay de todo», decía Carmen en su reflexión en el vídeo que hicimos justo antes de coger el avión de vuelta a Madrid.

En cuanto a los servicios de transporte público, el metro funciona muy bien. Aunque no conecta todos los puntos de la ciudad, en Rio de Janeiro te puedes mover perfectamente al menos por la zona sur, centro y oeste. La limpieza dentro del metro es espectacular, el tiempo de espera bajo. En general es bastante cómodo.

Sobre los autobuses, aunque van excesivamente rápido y pueden llegar a ser peligrosos, hay muchos que te permiten moverte sin necesidad de coger un taxi o Uber.

Y otra de las cosas más importantes: LA COMIDA. «Es buenísima pero para mi gusto comen muchísimo, muchísimo, muchísimo», dijo Carmen. Es salir de comer de un lugar, llegar a otro y que te ofrezcan más comida. Que al final es un gesto de amabilidad, generosidad y gentileza. Como ellos dicen: «gentileza gera gentileza».


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