El pastel de feira es una empanadilla grande, rellena de queso, gambas o carne y frita. El caldo de cana, en cambio, es una bebida. Un zumo que se extrae directamente de la caña de azúcar. Tomarlos juntos en una feira, mercadillo callejero en español, es una tradición en Brasil.
La gente hace sus compras de frutas, verduras, incluso de ropas, artesanía, cafés ecológicos llegados directamente de las haciendas, dulces elaborados a mano por los propios vendedores e infinidad de cosas de lo más variadas, y después se detiene en una ‘barraca’.
Una barraca es un puesto parecido a los de los churros o pollos que ponen en las ferias de verano de España. Con sus barras metálicas y los trabajadores por detrás atendiendo a los clientes. Esos puestos son los más populares los días de mercadillo. Los pasteles salen calientes de una enorme sartén y se agolpan en unos estantes de los que salen a toda prisa.
¡Todo el mundo quiere pastel! No conozco a nadie a quien no le guste el pastel. De lo que sea, cada uno tiene sus preferencias, pero es unánime: el pastel de feira no tiene detractores.
Estos pasteles brasileños se encuentran en cualquier bar también, los famosos ‘butecos’. Dependiendo de los sitios los sirven más pequeños pero varios. En otros locales son individuales. Hay de todo.
El origen del pastel, según la mayoría de los investigadores, se remonta a la década de 1930 en la ciudad de São Paulo. Sin embargo, hay importantes diferencia s entre los historiadores a la hora de determinar en qué productos internacionales se inspiraron sus primeros creadores.
Algunos dicen que el pastel es una variante de los rollitos de primavera orientales. Otros aseguran que es originario de Europa, donde ya existían infinidad de recetas de pastas y panes rellenos y asados en el horno o fritos.
Sin haber estudiado nada sobre esto, me inclino a pensar que tengan un origen europeo por su gran parecido con las empanadillas que hacemos en casa en España (en Francia e Italia y, en general todos los países mediterráneos, existen variantes similares). Me recuerdan mucho más a eso que a los rollitos de primavera, agridulces, redondos y con una masa poco parecida a la de los pasteles.
Sobre el origen del consumo del caldo de cana (zumo de caña de azúcar) sí hay unanimidad. Se remonta a la época colonial, concretamente al siglo XVI, cuando se extendieron los ‘engenhos’, una especie de haciendas donde se plantaba la materia prima y se sometía a todos los procesos necesarios para ser exportada.
El trabajo lo hacían los esclavos, que aprovechaban lo que sobraba en los rincones para producir otro producto derivado de la caña de azúcar muy popular en Brasil, la rapadura.
El pastel de feira con caldo de cana es mucho más que una combinación o una tradición gastronómica, es un ritual. Desde niños, los brasileños asocian las compras en este tipo de mercadillos al rato en pie degustando estas maravillas brasileñas.
Es como nuestras cañas y tapas. Al menos a algunos españoles se lo parece. Pueden ser mejores o peores dependiendo del lugar, pero el hecho de ir, el rato, lo disfrutado, la experiencia… todo eso siempre queda en el recuerdo.