Llegó el día en el que me robaron el teléfono móvil en Rio de Janeiro. Fui asaltada en Lapa.
He ido millones de veces y nunca había tenido ningún problema, pereo a la salida de un lugar muy famoso y turístico, Fundição Progresso.
Estaba con una amiga en uno de los sambas más famosos de la ciudad durante la semana. Los jueves, concretamente. Vale mucho la pena, pero hay que extremar las precauciones.
Yo lo sabía porque Lapa es una de las zonas de Rio de Janeiro donde más robos se producen. Y obviamente no utilicé, ni enseñé el teléfono en la calle hasta estar dentro del espacio, que durante el día es centro cultural.
El problema vino en la salida. Que fue un absoluto descuido. Yo no digo que no me equivocara porque si no lo hubiese hecho no me habrían robado, pero fue una milésima de segundo.
Cuando salimos a la calle después de horas dentro, mi amiga quiso comer una hamburguesa en uno de los puesos que hay en la puerta. Nos sentamos y hablamos. Los vendedores nos estaban esuchando. Había otros extranjeros. Mi amiga es carioca, nacida y criada en Rio de Janeiro, como ellos dicen. Ella está acostumbrada a ir a esos sitios y sabe cómo moverse perfectamente.
Pedimos un Uber desde ahí y cuando nos acercamos donde estaban los taxis y los Uber que llegaban, saqué el teléfono para mirar la matrícula. En ese momento pasó un chico corriendo, me lo quitó de la mano y siguió corriendo a toda velocidad por una ladera que llevaba a una favela.
Mucha gente salió corriendo detrás de él, pero no lo alcanzaron.
Shock total. No sé ni cómo describirlo. Es una sensación de pérdida de algo que tienes que aceptar porque no hay solución. En Rio de Janeiro no hay solución. Todavía tengo que agradecer que el chico, ni nadie, me hizo nada para robarme.
Nos fuimos de allí, yo inconsciente total. Como cuando no te enteras muy bien de lo que está pasando y solo puedes aceptarlo, dormir y esperar al día siguiente.
Eso hice. Me fui con mi amiga, a su casa, porque estaba completamente incomunicada y no me atreví a seguir el camino hacia la mía, sola, con el conductor de Uber sin tener como avisar si me pasaba algo por el camino.
Al día siguiente publiqué lo que me había pasado en las redes sociales y algunas personas me orientaron sobre lo que debía hacer. Puse una denuncia online, que sabía que no iba a servir para nada pero que es un trámite necesario por si te roban usando alguna aplicación del teléfono, etc.
Tuve que comprar otro, perdí mi tarjeta de España y ahora solo puedo usar el número de Brasil.
Un lío horrible y una situación muy tensa que me dejó perdida durante algunos días. Me alejé de todo para reflexionar.
Parece un teléfono, pero es una vida. La que hay dentro y la que se mantiene fuera.
Podría haber sido mucho peor…
Gracias, gracias, gracias.